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sábado, 20 de marzo de 2010

LA CARA DE LOS MIL ROSTROS...


Había una vez, en el país de las piedras, una pequeña piedra que estaba empeñada en ser una piedra preciosa para ser importante y admirada por todas las demás. Por eso tenía en su casa una impresionante colección de disfraces. Los tenía de esmeralda, de rubí, de zafiro, de diamante, de plata y de oro. Eran reproducciones casi exactas. Cuando se los ponía, parecían realmente auténticos.
Y a esto había que añadir lo bien que interpretaba la pequeña piedra su papel. Si iba disfrazada de esmeralda, hablaba como las esmeraldas, caminaba como las esmeraldas, se comportaba como las esmeraldas. No había detalle que se le escapara
y que la pudiera delatar.
Pero tenía que tener cuidado en una cosa: no podía darle directamente la luz porque entonces descubrirían que no era transparente como las emeraldas auténticas. Lo mismo le ocurría con los disfraces de rubí, zafiro, y de diamante. Así que sólo se los ponía cuando era de noche o al atardecer. Por el día se disfrazaba de oro o de plata. Aunque con estos disfraces tenía el peligro contrario: si dejaba de darles la luz del sol, dejaban de parecer oro o plata auténticos. Sin embargo, la pequeña piedra lo tenía todo muy bien controlado.
Y así fue pasando su vida. Nadie se dió cuenta del engaño. Los que la conocían como esmeralda le tenían una gran admiración y aprecio. Y lo mismo ocurría con los que la conocían como diamante, zafiro, como rubí, como oro o como plata.
Pero un día, estando la piedra tomando el sol disfrazada de oro, un hombre que pasaba por allí quedó deslumbrado con su brillo y la tomó. Al ver que era oro, dió un salto de alegría y fue corriendo a ver a un joyero para que le dijera cual era su valor. Pero cuando el joyero la examinó, vió que era una simple piedra cubierta con una funda dorada. Entonces el hombre desilusionado, la tiró por la ventana.
Al caer al suelo, la piedra de rompió en mil pedazos, y sorprendentemente, dejó al descubierto que su interior estaba ocupado por un diamante de gran calidad y de un valor inclaculable. Un diamante que nunca había podido salir a la luz porque la pequeña piedra se había empeñado toda su vida en imitar a otras para ser valiosa e importante...

2 comentarios:

  1. Nos empeñamos en mirar siempre a los demás, ir como los demás, tener como los demás, ser como los demás..
    Nos dejamos influenciar por esa sociedad, dejamos que nos arrastren incluso en muchas cosas que quizás no nos gusten pero claro, así són o van los demás!!, yo no puedo ser menos..
    Cuanta ignorancia aún tenemos, no sabemos que todos poseemos grandes tesoros, cada qual el suyo, no hace falta querer ni mirar a los demás tú tienes el tuyo propio y és el más valioso...
    No nos hace falta entonces desear tener lo que los demás poseen porque nosotros también poseemos sólo debemos mirar en nuestro Interior, pués está allí nuestro gran tesoro y no en nuestro alrededor..

    Muy lindo post, lleno de Sabiduría..
    Un besito lleno de Luz.

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  2. Ir al encuentro de nuestro tesoro interior es lo que nos mueve a diario a caminar por los senderos del amor.. Gracias Merche por tus palabras! Cariños y bendiciones!

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